OJO ES UN CLON DE ZONA
CATEGORÍA GENERAL ZONASATELITE => OFF-TOPIC => Mensaje iniciado por: jm12 en 06 de Enero de 2015, 21:37:48 21:37
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¿sentimientos?, sueños
Solo eso, puros deseos ….
Nada es tan dulce ni tan bello
Como yo quiero hacerlo.
Aunque se quemen mis sueño
Ellos han hecho lo que yo soy, lo que
Yo siento, y en mi alma seguirán viviendo.
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Cuando he visto lo de la poesía no he podido dejar de acordarme de esta pequeña anécdota:
Había una señorita haciendo una entrevista para la TV en pleno barrio de Triana, sobre lo que sabía la gente de la poesía.
La presentadora le pregunta a un gitanillo que pasa por delante:
- ¿Me podría decir usted algo sobre la poesía?
El joven, sorprendido, se queda pensando y empieza a decir:
- La poesía… la poesía llama a pueta, la poesía entra a casa, la poesía registra habitación de hermano, la poesía encuentra droga, la poesía se lo yeva a la prisión…
La entrevistadora al ver que no le había entendido su pregunta, le dice:
- Disculpe no me refería a la policía, me refería a…. a la poesía, “al poema”.
El otro responde:
- Ahhhh! Perdona, no había entendio… el probema… el probema va ase cómo sacá a mi hermano de la carcel…
Ya se que no va exactamente aquí pero espero que no te moleste.
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gabriel10 tienes un sentido de humor, excelente, pero a mi me pasa como al gitanillo, no entendido nada [.] [.] [.]
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Poesía de mi Andalucía
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El poeta Luis Cernuda
Cuando allá dicen unos
Que mis versos nacieron
De la separación y la nostalgia
Por la que fue mi tierra,
¿Sólo la más remota oyen entre mis voces?
Hablan en el poeta voces varias:
Escuchemos su coro concertado,
Adonde la creída dominante
Es tan sólo una voz entre las otras.
Lo que el espíritu del hombre
Ganó para el espíritu del hombre
A través de los siglos,
Es patrimonio nuestro y es herencia
De los hombres futuros.
Al tolerar que nos lo nieguen
y secuestren, el hombre entonces baja,
¿Y cuánto?, en esa dura escala
Que desde el animal llega hasta el hombre.
Así ocurre en tu tierra, la tierra de los muertos,
Adonde ahora todo nace muerto,
Vive muerto y muere muerto;
Pertinaz pesadilla: procesión ponderosa
Con restaurados restos y reliquias,
A la que dan escolta hábitos y uniformes,
En medio del silencio: todos mudos,
Desolados del desorden endémico
Que el temor, sin domarlo, así doblega.
La vida siempre obtiene
Revancha contra quienes la negaron:
La historia de mi tierra fue actuada
Por enemigos enconados de la vida.
El daño no es de ayer, ni tampoco de ahora,
Sino de siempre. Por eso es hoy.
La existencia española, llegada al paroxismo,
Estúpida y cruel como su fiesta de los toros.
Un pueblo sin razón, adoctrinado desde antiguo
En creer que la razón de soberbia adolece
y ante el cual se grita impune:
Muera la inteligencia, predestinado estaba
A acabar adorando las cadenas
y que ese culto obsceno le trajese
.Adonde hoy le vemos: en cadenas,
Sin alegría, libertad ni pensamiento.
Si yo soy español, lo soy .
A la manera de aquellos que no pueden
Ser otra cosa: y entre todas las cargas
Que, al nacer yo, el destino pusiera
Sobre mí, ha sido ésa la más dura.
No he cambiado de tierra,
Porque no es posible a quien su lengua une,
Hasta la muerte, al menester de poesía.
La poesía habla en nosotros
La misma lengua con que hablaron antes,
y mucho antes de nacer nosotros,
Las gentes en que hallara raíz nuestra existencia;
No es el poeta sólo quien ahí habla,
Sino las bocas mudas de los suyos
A quienes él da voz y les libera.
¿Puede cambiarse eso? Poeta alguno
Su tradición escoge, ni su tierra,
Ni tampoco su lengua; él las sirve,
Fielmente si es posible.
Mas la fidelidad más alta
Es para su conciencia; y yo a ésa sirvo
Pues, sirviéndola, así a la poesía
Al mismo tiempo sirvo.
Soy español sin ganas
Que vive como puede bien lejos de su tierra
Sin pesar ni nostalgia. He aprendido
El oficio de hombre duramente,
Por eso en él puse mi fe. Tanto que prefiero
No volver a una tierra cuya fe, si una tiene, dejó de ser la mía,
cuyas maneras rara vez me fueron propias,
Cuyo recuerdo tan hostil se me ha vuelto
y de la cual ausencia y tiempo me extrañaron.
No hablo para quienes una burla del destino
Compatriotas míos hiciera, sino que hablo a solas
(Quien habla a solas espera hablar a Dios un día)
O para aquellos pocos que me escuchen
Con bien dispuesto entendimiento.
Aquellos que como yo respeten
El albedrío libre humano
Disponiendo la vida que hoy es nuestra,
Diciendo el pensamiento al que alimenta nuestra vida.
¿Qué herencia sino ésa recibimos?
¿Qué herencia sino ésa dejaremos?
Desolación de la quimera (1962)
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ALMERÍA (Antonio Pardal)
¿Desierto? ¿Naranjos? ¿Flores?
¿Playas con cuerpos desnudos?
¿Qué es lo que provoca amores,
y nos deja, al verte, mudos?
¡Ay, tus playas de levante,
entre Mojácar y Vera,
son como un hermoso cante
que alcanza hasta Carboneras!
Desde tu bella Alcazaba
se contempla la bahía,
llena de sol y alegría.
Y, abajo, mi enamorada,
la bellísima Almería,
¡La rosa de Andalucía!
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GIRALDA! (Juan Ramón Jiménez)
Giralda, ¡qué bonita
me pareces, Giralda- igual que ella,
alegre, fina y rubia-,
mirada por mis ojos negros- como ella-,
apasionadamente!
¡Inefable Giralda,
Gracia e intelijencia, tallo libre
-¡oh, palmera de luz!,
¡parece que se mece, el viento, el cielo!-
Del cielo inmenso, el cielo
Que sobre ti –sobre ella- tiene,
Fronda inefable, el paraíso!
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Poema para la Córdoba la llana, y mujeres hermosas de ojos negros y de pelo azabache
Paseando por tus calles,
me requiebran tus naranjos,
tu mezquita hermosa y enhiesta,
con ese olor a otros tiempos,
tiempos memorables ya pasados.
Poco más allá la judería,
por la que tantas veces me perdí
callejeando hasta encontrar la plaza perfecta,
para escribirte a ti mi bella ciudad, estos versos.
Córdoba cuna de guerreras gentes
y sabidurías claras; atiendes al extranjero,
y das cobijo a tu prójimo.
Cuna de culturas, de Sénecas,
Maimonides, Alhakenes, Duques de Rivas,
Góngoras y tantos otros que mi cabeza olvida.
Por tus calles me enamoré
y por tus calles encontré a mis musas,
y encontré a las más bellas gentes
que jamás yo conociera,
Córdoba, que mal o bien albergaste
a tres culturas amplias y bastas,
que mal o bien supieron convivir
y que mal o bien me han hecho
ser lo que soy,
un cordobés orgulloso de serlo.
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Córdova la bella, llena de embrujo, califatos y reinos de visigodos, como el rey Leovigildo
He cerrado los ojos, y aunque lejos
divisé tus iglesias, mezquitas, sinagogas;
con sus palmeras vi, mi barrio de niñez,
Albaicines, Alhambras y Sacromontes,
avisté desde él, más de una vez,
con su avenida y sus malas aceras,
barrio envejecido, pero jovial y con ganas,
mi barrio de juventud, con sus plazuelas,
amplias calles con aceras, colegios,
ahí, donde me fijé en las niñas locuelas,
barrio joven de edad, pero senil.
Luego han venido los paseos,
por calles céntricas judaicas
hasta la tranquilidad del pozo Cueto,
desde el lavatorio “Conquistador”,
hasta mis alárabes oraciones,
para reencontrarme con mi viejo yo.
He bebido de tus fuentes y borracho
de tu cultura y tu saber, mis ojos
palmo a palmo han tocado tus casas
plateadas al brillo de Helio sobre la cal.
Al atardecer llegó a mis pies y a mis ojos
la cuadriculada Corredera,
a platicar me paré con la contorsionista
de Ambrosio de Morales,
al jardinero de San Lorenzo
le pedí el rosetón, anduve buscando
a la Carmela de San Cayetano,
a San Pedro, sus llaves, que dicen
del cielo tiene, fui a pedirle,
sin que supiese, que el cielo
es donde yo vivo.
Noche cerrada de nubes rojas, tabernera,
cuando mis pasos arrieros a Roma,
por el puente llevarme querían,
un tal Rafael me recordó donde vivo
y donde está el cielo y tras mis pasos volví
para refrescarme con un buen vino blanco,
acompañado de pan, mojado en aceite,
que con su pura y cierta claridad
me despertó, “y me mostró mi libertad,
y la de tus lomas”.
-
Miguel Hernández.
"La guerra es como una hoguera
donde los locos se abrasan"
"Tristes guerras
si no amor la empresa.
Tristes, tristes
Tristes armas
si no son palabras.
Tristes, tristes."
"A lo lejos tú, sintiendo
en tus brazos mi prisión
en tus brazos donde late
la libertad de los dos.
Libre soy. Siénteme libre.
Sólo por amor."
-
Cosecha propia
Virtud de aquellos que aman la verdad
Escuchan los canticos de los pájaros
Olfatean las aromas de las flores
El murmullo del a royo la brisa del viento
Como el amor recién nacido, lleno de aromas
Y de canticos y mormullos.
Virtud de aquellos que aman la verdad
La única verdad el amor de los tuyos
-
Tu ojos son como la luz que alumbra mi camino
camino de rosas rojas y amarillas como nuestra bandera
bandera, que ondea al libre viento
como tu pelo azabache que se une a mi cuerpo, como
la bandera que ondea con el libre viento
-
Poema para tu propio hijo
Para ti esta rosa.
Aunque no es la más preciosa
te la doy con mucho amor
para que me quieras sin temor.
La rosa
una bella flor
es mi corazón.
Delicada,
perfumada
con un bello color.
Me calienta el alma
con un fuego acogedor.
Tú, mamá,
siempre estarás,
y tendrás,
mi corazón.
¡Yo soy esa rosa
que necesita de tu cuidado
y bello cariño!
-
Poema de Antonio Machado
Este donquijotesco
don Miguel de Unamuno, fuerte vasco,
lleva el arnés grotesco
y el irrisorio casco
del buen manchego. Don Miguel camina,
jinete de quimérica montura,
metiendo espuela de oro a su locura,
sin miedo de la lengua que malsina.
A un pueblo de arrieros,
lechuzos y tahúres y logreros
dicta lecciones de Caballería.
Y el alma desalmada de su raza,
que bajo el golpe de su férrea maza
aún durme, puede que despierte un día.
Quiere enseñar el ceño de la duda,
antes de que cabalgue, el caballero;
cual nuevo Hamlet, a mirar desnuda
cerca del corazón la hoja de acero.
Tiene el aliento de una estirpe fuerte
que soñó más allá de sus hogares,
y que el oro buscó tras de los mares.
Él señala la gloria tras la muerte.
Quiere ser fundador, y dice: Creo;
Dios y adelante el ánima española...
Y es tan bueno y mejor que fue Loyola:
sabe a Jesús y escupe al fariseo.
-
Poema de Francisco de Quevedo
Las fuerzas, Peregrino celebrado,
afrentará del tiempo y del olvido
el libro que, por tuyo, ha merecido
ser del uno y del otro respetado.
Con lazos de oro y yedra acompañado,
el laurel con tu frente está corrido
de ver que tus escritos han podido
hacer cortos los premios que te ha dado.
La invidia su verdugo y su tormento
hace del nombre que cantando cobras,
y con tu gloria su martirio crece.
Mas yo disculpo tal atrevimiento,
si con lo que ella muerde de tus obras
la boca, lengua y dientes enriquece
-
Soneto de amor de Francisco de Quevedo
Si a una parte miraran solamente
vuestros ojos, ¿cuál parte no abrasaran?
Y si a diversas partes no miraran,
se helaran el ocaso o el Oriente.
El mirar zambo y zurdo es delincuente;
vuestras luces izquierdas lo declaran,
pues con mira engañosa nos disparan
facinorosa luz, dulce y ardiente.
Lo que no miran ven, y son despojos
suyos cuantos los ven, y su conquista
da a l'alma tantos premios como enojos.
¿Qué ley, pues, mover pudo al mal jurista
a que, siendo monarcas los dos ojos,
los llamase vizcondes de la vista?
-
Poema picante de amor
Tú me gustas total, entera y toda,
no por el fuego de tu pelo húmedo,
ni por tus senos de canela tibia,
ni el pecado del ritmo de tu cadera.
Tú me gustas total, entera y toda,
no por tu boca tan intacta al beso,
ni por las llamaradas de tu carne
que se te está calcinando entre las venas.
Tú me gustas total, entera y toda,
no porque eres mía y no me perteneces,
ni porque la envidia de los demás la siento
como si se tratase de propia envidia.
Tú me gustas total, entera y toda,
no porque me la pase junto a ti
bebiéndome tu aliento, ni rumiando
los pedazos de amor que tú me tiras.
Tú me gustas total, entera y toda,
por ese olor a carne que tú tienes;
olor de carne de mujer que es tuyo,
porque nadie más huele así en la tierra.
-
Poema picante de amor
Envuélveme.....No temas.
Ante tu fuego vivo
mi carne se deslumbra,
y surge castamente
entre el temblor rosado
de mi liviano traje
para poder ser tuya.
¿No aspiras en el aire
una fragancia débil
que enerva y que conturba?
¿No sientes que tu aliento
se prende como un velo
de sombra en mi cintura?...
Ya ves que hasta mis ojos
en esta noche tienen
fulguración oscura,
y en tus rodillas firmes
mis manos se desgranan
como rosas maduras.
Y al enredar tus dedos
en mis cabellos claros
siento extraña frescura,
mientras caen tus besos
en mi boca sedienta
con la humedad fragante
que se raja una fruta.
Aspírame despacio....
Iniciaré mi entrega
sobre tu carne oscura,
y me alzaré del fuego
santificada y bella
como se alza del mármol
una estatua desnuda.
-
Poema de Antonio Machado
RECUERDOS INFANTL
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.
Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.
Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.
Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
«mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón».
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvia en los cristales.
-
Mi patria es una isla,
mi patria es una roca,
mi espíritu es isleño
como los riscos donde vi la aurora.
Nicolás Estévanez
-
Hoy tan denostada la nación Española, que traigo un poema de Bernardo López García
Oigo, patria, tu aflicción,
y escucho el triste concierto
que forman, tocando a muerto,
la campana y el cañón;
sobre tu invicto pendón
miro flotantes pendones,
y oigo alzarse a otras regiones
en estrofas funerarias,
de la iglesia las plegarias,
y del arte las canciones.
Lloras, porque te insultaron
los que su amor te ofrecieron
¡a ti, a quien siempre temieron
porque tu gloria admiraron;
a ti, por quien se inclinaron
los mundos de zona a zona;
a ti, soberbia matrona
que, libre de extraño yugo,
no has tenido más verdugo
que el peso de tu corona!
Doquiera la mente mía
sus alas rápidas lleva,
allí un sepulcro se eleva
contando tu valentía.
Desde la cumbre bravía
que el sol indio tornasola,
hasta el África, que inmola
sus hijos en torpe guerra,
¡no hay un puñado de tierra
sin una tumba española!
Tembló el orbe a tus legiones,
y de la espantada esfera
sujetaron la carrera
las garras de tus leones.
Nadie humilló tus pendones
ni te arrancó la victoria;
pues de tu gigante gloria
no cabe el rayo fecundo,
ni en los ámbitos del mundo,
ni en el libro de la historia.
Siempre en lucha desigual
cantan tu invicta arrogancia,
Sagunto, Cádiz, Numancia,
Zaragoza y San Marcial.
En tu suelo virginal
no arraigan extraños fueros;
porque, indómitos y fieros,
saben hacer sus vasallos
frenos para sus caballos
con los cetros extranjeros.
Y aún hubo en la tierra un hombre
que osó profanar tu manto.
¡Espacio falta a mi canto
para maldecir su nombre!
Sin que el recuerdo me asombre,
con ansia abriré la historia;
¡presta luz a mi memoria!
y el mundo y la patria, a coro,
oirán el himno sonoro
de tus recuerdos de gloria.
Aquel genio de ambición
que, en su delirio profundo,
cantando guerra, hizo al mundo
sepulcro de su nación,
hirió al ibero león
ansiando a España regir;
y no llegó a percibir,
ebrio de orgullo y poder,
que no puede esclavo ser,
pueblo que sabe morir.
¡Guerra! clamó ante el altar
el sacerdote con ira;
¡guerra! repitió la lira
con indómito cantar:
¡guerra! gritó al despertar
el pueblo que al mundo aterra;
y cuando en hispana tierra
pasos extraños se oyeron,
hasta las tumbas se abrieron
gritando: ¡Venganza y guerra!
La virgen, con patrio ardor,
ansiosa salta del lecho;
el niño bebe en su pecho
odio a muerte al invasor;
la madre mata su amor,
y, cuando calmado está,
grita al hijo que se va:
"¡Pues que la patria lo quiere,
lánzate al combate, y muere:
tu madre te vengará!"
Y suenan patrias canciones
cantando santos deberes;
y van roncas las mujeres
empujando los cañones;
al pie de libres pendones
el grito de patria zumba
y el rudo cañón retumba,
y el vil invasor se aterra,
y al suelo le falta tierra
para cubrir tanta tumba!
¡Mártires de la lealtad,
que del honor al arrullo
fuisteis de la patria orgullo
y honra de la humanidad,
¡en la tumba descansad!
que el valiente pueblo ibero
jura con rostro altanero
que, hasta que España sucumba,
no pisará vuestra tumba
la planta del extranjero!
-
¡Oh, triste coche viejo, que en mi memoria ruedas!
¡Pueblo que en un recodo de mi alma te pierdes!
¡Lagrima grande y pura, lucero que te quedas,
temblando, en la colina, sobre los campos verdes!
Verde el cielo profundo, despertaba el camino,
fresco y fragante del encanto de la hora;
cantaba un ruiseñor despierto, y el molino
rumiaba un son eterno, rosa frente a la aurora.
-Y en el alma, un recuerdo, una lágrima, una
mano alzando un visillo blanco al pasar un coche...
la calle de la víspera, azul bajo la luna
solitaria, los besos de la última noche....-
¿Oh, triste coche viejo, que en mi memoria ruedas!
¡Pueblo que en un recodo de mi alma te pierdes!
¡Lagrima grande y pura, lucero que te quedas,
temblando, en la colina, sobre los campos verdes!
-
ECO Juan Ramón Jiménez
Yo estaba triste, y le aullaba
al campo del estío, loco.
Y resonó contra la ardiente roca roja,
que parecí un corazón salido,
mi voz, en laberintos temerosos
de un eco nunca oído. Y era
la roca, viva con mi grito,
un gran rostro frenético,
que me miraba alegre, y me escuchaba
alegre, y me respondía
alegre, espantosamente alegre
-
Las ciudades sin ti no las recuerdo
Son las flores cerradas del mundo
Las ciudades sin ti no tienen nombre
Las ciudades sin ti no las recuerdo
La noche solitaria que parece
Tan sólo una tiniebla vagabunda
La noche en que no estás tiembla mi noche
Si el vacío me mira con tus ojos
Vale más el vacío que la vida
Si me mira el vacío con tus ojos
La noche en soledad corrompe sueños
La noche en que no estás tiembla mi noche
-
Poema para la Córdoba la llana, y mujeres hermosas de ojos negros y de pelo azabache
Paseando por tus calles,
me requiebran tus naranjos,
tu mezquita hermosa y enhiesta,
con ese olor a otros tiempos,
tiempos memorables ya pasados.
Poco más allá la judería,
por la que tantas veces me perdí
callejeando hasta encontrar la plaza perfecta,
para escribirte a ti mi bella ciudad, estos versos.
Córdoba cuna de guerreras gentes
y sabidurías claras; atiendes al extranjero,
y das cobijo a tu prójimo.
Cuna de culturas, de Sénecas,
Maimonides, Alhakenes, Duques de Rivas,
Góngoras y tantos otros que mi cabeza olvida.
Por tus calles me enamoré
y por tus calles encontré a mis musas,
y encontré a las más bellas gentes
que jamás yo conociera,
Córdoba, que mal o bien albergaste
a tres culturas amplias y bastas,
que mal o bien supieron convivir
y que mal o bien me han hecho
ser lo que soy,
un cordobés orgulloso de serlo.
ahi cordoba sultana y mora?
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Córdova la bella, llena de embrujo, califatos y reinos de visigodos, como el rey Leovigildo
He cerrado los ojos, y aunque lejos
divisé tus iglesias, mezquitas, sinagogas;
con sus palmeras vi, mi barrio de niñez,
Albaicines, Alhambras y Sacromontes,
avisté desde él, más de una vez,
con su avenida y sus malas aceras,
barrio envejecido, pero jovial y con ganas,
mi barrio de juventud, con sus plazuelas,
amplias calles con aceras, colegios,
ahí, donde me fijé en las niñas locuelas,
barrio joven de edad, pero senil.
Luego han venido los paseos,
por calles céntricas judaicas
hasta la tranquilidad del pozo Cueto,
desde el lavatorio “Conquistador”,
hasta mis alárabes oraciones,
para reencontrarme con mi viejo yo.
He bebido de tus fuentes y borracho
de tu cultura y tu saber, mis ojos
palmo a palmo han tocado tus casas
plateadas al brillo de Helio sobre la cal.
Al atardecer llegó a mis pies y a mis ojos
la cuadriculada Corredera,
a platicar me paré con la contorsionista
de Ambrosio de Morales,
al jardinero de San Lorenzo
le pedí el rosetón, anduve buscando
a la Carmela de San Cayetano,
a San Pedro, sus llaves, que dicen
del cielo tiene, fui a pedirle,
sin que supiese, que el cielo
es donde yo vivo.
Noche cerrada de nubes rojas, tabernera,
cuando mis pasos arrieros a Roma,
por el puente llevarme querían,
un tal Rafael me recordó donde vivo
y donde está el cielo y tras mis pasos volví
para refrescarme con un buen vino blanco,
acompañado de pan, mojado en aceite,
que con su pura y cierta claridad
me despertó, “y me mostró mi libertad,
y la de tus lomas”.
de la tierra de julio romero pintor de la musa gitana.../...?
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Poema de Fray Luis de León
¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruïdo,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;
Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio Moro, en jaspe sustentado!
No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.
¿Qué presta a mi contento
si soy del vano dedo señalado;
si, en busca deste viento,
ando desalentado
con ansias vivas, con mortal cuidado?
¡Oh monte, oh fuente, oh río,!
¡Oh secreto seguro, deleitoso!
Roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.
Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de a quien la sangre ensalza o el dinero.
Despiértenme las aves
con su cantar sabroso no aprendido;
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atenido.
Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.
Del monte en la ladera,
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera
de bella flor cubierto
ya muestra en esperanza el fruto cierto.
Y como codiciosa
por ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura.
Y luego, sosegada,
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada
de verdura vistiendo
y con diversas flores va esparciendo.
El aire del huerto orea
y ofrece mil olores al sentido;
los árboles menea
con un manso ruïdo
que del oro y del cetro pone olvido.
Téngase su tesoro
los que de un falso leño se confían;
no es mío ver el lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían.
La combatida antena
cruje, y en ciega noche el claro día
se torna, al cielo suena
confusa vocería,
y la mar enriquecen a porfía.
A mí una pobrecilla
mesa de amable paz bien abastada
me basta, y la vajilla,
de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme airada.
Y mientras miserable-
mente se están los otros abrazando
con sed insacïable
del peligroso mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.
A la sombra tendido,
de hiedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce, acordado,
del plectro sabiamente meneado.
vanamente severo
de a quien la sangre ensalza o el dinero.
Despiértenme las aves
con su cantar sabroso no aprendido;
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atenido.
Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.
Del monte en la ladera,
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera
de bella flor cubierto
ya muestra en esperanza el fruto cierto.
Y como codiciosa
por ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura.
Y luego, sosegada,
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada
de verdura vistiendo
y con diversas flores va esparciendo.
El aire del huerto orea
y ofrece mil olores al sentido;
los árboles menea
con un manso ruïdo
que del oro y del cetro pone olvido.
Téngase su tesoro
los que de un falso leño se confían;
no es mío ver el lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían.
La combatida antena
cruje, y en ciega noche el claro día
se torna, al cielo suena
confusa vocería,
y la mar enriquecen a porfía.
A mí una pobrecilla
mesa de amable paz bien abastada
me basta, y la vajilla,
de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme airada.
Y mientras miserable-
mente se están los otros abrazando
con sed insacïable
del peligroso mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.
A la sombra tendido,
de hiedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce, acordado,
del plectro sabiamente meneado.
-
Esta oda me trae recuerdos del bachillerato. ¡Que tiempos! Yo no se ahora como va, pero en mi época leíamos muchas poesías, poemas, versos de Fray Luis, de Machado, de Lorca, de Góngora, de Quevedo, etc... al principio, era un rollo... pero cuando le cogías el gusto era muy interesante. Saludos. [ok]
-
LA ROSA AZUL de Juan Ramón Jiménez
¡Que goce triste este de hacer todas las cosas como ella las hacía!
Se me torna celeste la mano, me contagio de otra poesía
Y las rosas de olor, que pongo como ella las ponía, exaltan su color;
y los bellos cojínes, que pongo como ella los ponía, florecen sus jardines;
Y si pongo mi mano -como ella la ponía- en el negro piano,
surge como en un piano muy lejano, mas honda la diaria melodía.
¡Que goce triste este de hacer todas las cosas como ella las hacía!
me inclino a los cristales del balcón, con un gesto de ella
y parece que el pobre corazón no está solo.
Miro al jardín de la tarde, como ella,
y el suspiro y la estrella se funden en romántica armonía.
¡Que goce triste este de hacer todas las cosas como ella las hacía!
Dolorido y con flores, voy, como un héroe de poesía mía.
Por los desiertos corredores que despertaba ella con su blanco paso,
y mis pies son de raso -¡oh! Ausencia hueca y fría!-
y mis pisadas dejan resplandores.
-
IBA TOCANDO MI FLAUTA de Juan Ramón Jiménez
Iba tocando mi flauta
a lo largo de la orilla;
y la orilla era un reguero
de amarillas margaritas.
El campo cristaleaba
tras el temblor de la brisa;
para escucharme mejor
el agua se detenía.
Notas van y notas vienen,
la tarde fragante y lírica
iba, a compás de mi música,
dorando sus fantasías,
y a mi alrededor volaba,
en el agua y en la brisa,
un enjambre doble de
mariposas amarillas.
La ladera era de miel,
de oro encendido la viña,
de oro vago el raso leve
del jaral de flores níveas;
allá donde el claro arroyo
da en el río, se entreabría
un ocaso de esplendores
sobre el agua vespertina...
Mi flauta con sol lloraba
a lo largo de la orilla;
atrás quedaba un reguero
de amarillas margaritas...
-
De Gustavo Adolfo Bécquer
Volverán las oscuras golondrinas
De tu balcón sus nidos a colgar
Y otra vez con el ala a sus cristales
Jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
Tu hermosura y mi dicha a contemplar,
Aquellas que aprendieron nuestros nombres,
Esas, ¡no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas
De tu jardín las tapias a escalar
Y otra vez a la tarde aún más hermosas
Sus flores se abrirán.
Pero aquellas cuajadas de rocío
Cuyas gotas mirábamos temblar
Y caer como lágrimas del día,
Esas, ¡no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
Las palabras ardientes a sonar,
Tu corazón de su profundo sueño
Tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas,
Como se adora a Dios ante su altar,
Como yo te he querido, desengáñate,
¡Nadie así te amará!
-
Gratos recuerdo me trae este poema de Bécquer... que tiempos del Instituto... que lejos queda eso... Saludos }:
-
Pero muy cerca para amar la belleza de los poemas de Gustavo Adolfo Bécquer
-
... pues las rimas, no tienen desperdicio:
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
¡esas... no volverán!.
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
¡esas... no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido...; desengáñate,
¡así... no te querrán!
-
Gustavo Adolfo Bécquer
Podrá nublarse el sol eternamente;
Podrá secarse en un instante el mar;
Podrá romperse el eje de la tierra
Como un débil cristal.
¡todo sucederá! Podrá la muerte
Cubrirme con su fúnebre crespón;
Pero jamás en mí podrá apagarse
La llama de tu amor.
Rima IX
Besa el aura que gime blandamente
las leves ondas que jugando riza;
el sol besa a la nube en occidente
y de púrpura y oro la matiza;
la llama en derredor del tronco ardiente
por besar a otra llama se desliza;
y hasta el sauce, inclinándose a su peso,
al río que le besa, vuelve un beso.
-
Venga! un poema de Quevedo, que entre sarcasmo y sarcasmo las iba metiendo...
Poderoso caballero es don dinero.
Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Nace en las Indias honrado,
Donde el mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Son sus padres principales,
Y es de nobles descendiente,
Porque en las venas de Oriente
Todas las sangres son Reales.
Y pues es quien hace iguales
Al rico y al pordiosero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
¿A quién no le maravilla
Ver en su gloria, sin tasa,
Que es lo más ruin de su casa
Doña Blanca de Castilla?
Mas pues que su fuerza humilla
Al cobarde y al guerrero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Es tanta su majestad,
Aunque son sus duelos hartos,
Que aun con estar hecho cuartos
No pierde su calidad.
Pero pues da autoridad
Al gañán y al jornalero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Más valen en cualquier tierra
(Mirad si es harto sagaz)
Sus escudos en la paz
Que rodelas en la guerra.
Pues al natural destierra
Y hace propio al forastero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
-
Ya puestos porque no ponemos unos de: Santa Teresa de Ávila
[Poema: Texto completo.]
Vertiendo está sangre,
¡Dominguillo, eh!
Yo no sé por qué.
¿Por qué, te pregunto,
hacen dél justicia,
pues es inocente
y no tiene malicia?
Tuvo gran codicia,
yo no sé por qué,
de mucho amarmé,
¡Dominguillo, eh!
¿Pues luego en naciendo,
le han de atormentar?
Sí, que está muriendo
por quitar el mal.
¡Oh, qué gran Zagal
será, por mi fe!
¡Dominguillo, eh!
¿Tú no lo has mirado,
que es niño inocente?
Ya me lo han contado
Brasillo y Llorente.
Gran inconveniente
será no amarlé,
¡Dominguillo, eh!
-
Porque nos íbamos a dejar una de las grandes de este país: Sata Teresa de Jesús
VIVO SIN VIVIR EN MÍ
Vivo sin vivir en mí,
y de tal manera espero,*
que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí;
cuando el corazón le di
puse en él este letrero:
que muero porque no muero.
Esta divina prisión
del amor con que yo vivo
ha hecho a Dios mi cautivo,
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga.
Quíteme Dios esta carga,
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.
Sólo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo, el vivir
me asegura mi esperanza.
Muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.
Mira que el amor es fuerte,
vida, no me seas molesta;
mira que sólo te resta,
para ganarte, perderte.
Venga ya la dulce muerte,
el morir venga ligero,
que muero porque no muero.
Aquella vida de arriba
es la vida verdadera;
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva.
Muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.
Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios, que vive en mí,
si no es el perderte a ti
para mejor a Él gozarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero
-
... ya puestos un poema que me trae buenos recuerdos de cuando era chaval es Platero y yo, una narración de Juan Ramón Jiménez que recrea poéticamente la vida y muerte del burro Platero. El párrafo que seguramente todo el mundo conoce, es aquel que dice:
Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto y se va al prado y acaricia tibiamente, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente: ¿Platero?, y viene a mí con un trotecillo alegre, que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal...
-
Juan Ramos Jiménez ((Te he dicho Platero que el alma de Moguer es el vino, ¿verdad?. No; el alma de Moguer es el pan. Moguer es igual que un pan de trigo, blanco por dentro como el migajón, y dorado en torno -¡oh sol moreno!- como la blanda corteza.))
LA ROSA AZUL
¡Que goce triste este de hacer todas las cosas como ella las hacía!
Se me torna celeste la mano, me contagio de otra poesía
Y las rosas de olor, que pongo como ella las ponía, exaltan su color;
y los bellos cojines, que pongo como ella los ponía, florecen sus jardines;
Y si pongo mi mano -como ella la ponía- en el negro piano,
surge como en un piano muy lejano, mas honda la diaria melodía.
¡Que goce triste este de hacer todas las cosas como ella las hacía!
me inclino a los cristales del balcón, con un gesto de ella
y parece que el pobre corazón no está solo.
Miro al jardín de la tarde, como ella,
y el suspiro y la estrella se funden en romántica armonía.
¡Que goce triste este de hacer todas las cosas como ella las hacía!
Dolorido y con flores, voy, como un héroe de poesía mía.
Por los desiertos corredores que despertaba ella con su blanco paso,
y mis pies son de raso -¡oh! Ausencia hueca y fría!-
y mis pisadas dejan resplandores.
-
Juan Ramos Jiménez ((Te he dicho Platero que el alma de Moguer es el vino, ¿verdad?. No; el alma de Moguer es el pan. Moguer es igual que un pan de trigo, blanco por dentro como el migajón, y dorado en torno -¡oh sol moreno!- como la blanda corteza.))
LA ROSA AZUL
¡Que goce triste este de hacer todas las cosas como ella las hacía!
Se me torna celeste la mano, me contagio de otra poesía
Y las rosas de olor, que pongo como ella las ponía, exaltan su color;
y los bellos cojines, que pongo como ella los ponía, florecen sus jardines;
Y si pongo mi mano -como ella la ponía- en el negro piano,
surge como en un piano muy lejano, mas honda la diaria melodía.
¡Que goce triste este de hacer todas las cosas como ella las hacía!
me inclino a los cristales del balcón, con un gesto de ella
y parece que el pobre corazón no está solo.
Miro al jardín de la tarde, como ella,
y el suspiro y la estrella se funden en romántica armonía.
¡Que goce triste este de hacer todas las cosas como ella las hacía!
Dolorido y con flores, voy, como un héroe de poesía mía.
Por los desiertos corredores que despertaba ella con su blanco paso,
y mis pies son de raso -¡oh! Ausencia hueca y fría!-
y mis pisadas dejan resplandores.
Muy buena esta de Juan Ramón Jimenez. Si, señor!!! [ok]
-
Uno de mis poetas preferidos es Lope de Vega. Uno de sus sonetos que más me impactó, que aunque no es de los mejores, a mi juicio, es este:
Un soneto me manda hacer Violante,
que en mi vida me he visto en tal aprieto;
catorce versos dicen que es soneto:
burla burlando van los tres delante.
Yo pensé que no hallara consonante
y estoy a la mitad de otro cuarteto;
mas si me veo en el primer terceto
no hay cosa en los cuartetos que me espante.
Por el primer terceto voy entrando
y parece que entré con pie derecho,
pues fin con este verso le voy dando.
Ya estoy en el segundo, y aún sospecho
que voy los trece versos acabando;
contad si son catorce, y está hecho.
Lo valoro principalmente por su ingenio... saludos. [ok]
-
Ya que as tocado uno de siglo de oro como Lope de Vega, te pongo una de sus pomas
A MIS SOLEDADES VOY
A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.
¡No sé qué tiene la aldea
donde vivo y donde muero,
que con venir de mí mismo
no puedo venir más lejos!
Ni estoy bien ni mal conmigo;
mas dice mi entendimiento
que un hombre que todo es alma
está cautivo en su cuerpo.
Entiendo lo que me basta,
y solamente no entiendo
cómo se sufre a sí mismo
un ignorante soberbio.
De cuantas cosas me cansan,
fácilmente me defiendo;
pero no puedo guardarme
de los peligros de un necio.
El dirá que yo lo soy,
pero con falso argumento,
que humildad y necedad
no caben en un sujeto.
La diferencia conozco,
porque en él y en mí contemplo,
su locura en su arrogancia,
mi humildad en su desprecio.
O sabe naturaleza
más que supo en otro tiempo,
o tantos que nacen sabios
es porque lo dicen ellos.
Sólo sé que no sé nada,
dijo un filósofo, haciendo
la cuenta con su humildad,
adonde lo más es menos.
No me precio de entendido,
de desdichado me precio,
que los que no son dichosos,
¿cómo pueden ser discretos?
No puede durar el mundo,
porque dicen, y lo creo,
que suena a vidrio quebrado
y que ha de romperse presto.
Señales son del jüicio
ver que todos le perdemos,
unos por carta de más
otros por cartas de menos.
Dijeron que antiguamente
se fue la verdad al cielo;
tal la pusieron los hombres
que desde entonces no ha vuelto.
En dos edades vivimos
los propios y los ajenos:
la de plata los extraños
y la de cobre los nuestros.
¿A quién no dará cuidado,
si es español verdadero,
ver los hombres a lo antiguo
y el valor a lo moderno?
Dijo Dios que comería
su pan el hombre primero
con el sudor de su cara
por quebrar su mandamiento,
y algunos inobedientes
a la vergüenza y al miedo,
con las prendas de su honor
han trocado los efectos.
Virtud y filosofía
peregrina como ciegos;
el uno se lleva al otro,
llorando van y pidiendo.
Dos polos tiene la tierra,
universal movimiento;
la mejor vida el favor,
la mejor sangre el dinero.
Oigo tañer las campanas,
y no me espanto, aunque puedo,
que en lugar de tantas cruces
haya tantos hombres muertos.
Mirando estoy los sepulcros
cuyos mármoles eternos
están diciendo sin lengua
que no lo fueron sus dueños.
¡Oh, bien haya quien los hizo,
porque solamente en ellos
de los poderosos grandes
se vengaron los pequeños!
Fea pintan a la envidia,
yo confieso que la tengo
de unos hombres que no saben
quién vive pared en medio.
Sin libros y sin papeles,
sin tratos, cuentas ni cuentos,
cuando quieren escribir
piden prestado el tintero.
Sin ser pobres ni ser ricos,
tienen chimenea y huerto;
no los despiertan cuidados,
ni pretensiones, ni pleitos.
Ni murmuraron del grande,
ni ofendieron al pequeño;
nunca, como yo, afirmaron
parabién, ni pascua dieron.
Con esta envidia que digo
y lo que paso en silencio,
a mis soledades voy,
de mis soledades vengo
-
Otro poema muy bueno (para mi) de Lope de Vega:
«Amada pastora mía,
tus descuidos me maltratan,
tus desdenes me fatigan,
tus sinrazones me matan.
A la noche me aborreces
y quiéresme a la mañana;
ya te ofendo a medio día,
ya por la tarde me llamas;
agora dices que quieres,
y luego que te burlabas,
ya ríes mis tibias obras,
ya lloras por mis palabras.
Cuando te dan pena celos
estás más contenta y cantas;
y cuando estoy más seguro
parece que te desgracias.
A mi amigo me maldices
y a mi enemigo me alabas;
si no te veo me buscas,
y si te busco te enfadas.
Partíme una vez de ti,
lloraste mi ausencia larga,
y agora que estoy contigo
con la tuya me amenazas.
Sin mar ni montes en medio,
sin peligro ni sin guardas,
mar, montes y guardas tienes
con una palabra airada.
Las paredes de tu choza
me parecen de montaña,
un mar el llegar a vellas
y mil gracias tus desgracias.
Como tienes en un punto
el amor y la mudanza,
pero bien le pintan niño,
poca vista y muchas alas.
Si Filis te ha dado celos,
el tiempo te desengaña,
que como ella quiere a uno
pudo por otra dejalla.
Si el aldea lo murmura,
siempre la gente se engaña,
y es mejor que tú me quieras
aunque ella tenga la fama.
Con esto me pones miedo
y me celas y amenazas:
si lloras, ¿cómo aborreces?
y si burlas, ¿cómo amas?».
Esto Belardo decía
hablando con una carta,
sentado al pie de un olivo
que el dorado Tajo baña.
-
Abuelita, cuentame un cuento (https://www.silversat.changeip.org/proxy.php?request=http%3A%2F%2Fi68.tinypic.com%2F2e38okp.gif&hash=5c5e05f89f0d3dd16ce234cecc2f036d) Rafael Alberti
Mi abuela, que es sabia,
siempre ha tenido
guardados los cuentos
que tiene aprendidos.
Es feliz si un niño pide
que le cuente un cuento,
y más feliz si ese niño
es uno de sus nietos.
Abuelita, soy Jorge,
cuentame un cuento,
sí mi cielo, yo te cuento,
sientate a gusto y mira mi cara
para ver como salen de
mi boca las palabras.
En el lago del jardín
entre sauces y geránios
hay una casa de piedra
y una familia de patos.
Mamá Tina ha reunido
a sus hijos los patitos,
es la hora de la clase,
nadaremos un ratito.
Uno a uno se lanzan
a las aguas, tras la madre,
animando al pequeñito
a seguirles al instante.
Duda un poco,
tiene miedo,
cierra los ojos,
levanta el vuelo,
ya está en el agua,
no pasa nada,
abre los ojos,
sonríe contento.
Mamá pata delante
después los patitos,
cantan felices
nadando un ratito
-
Este poema de García Lorca...
La oración de las rosas.
¡Ave rosas, estrellas solemnes!
Rosas, rosas, joyas vivas de infinito;
bocas, senos y almas vagas perfumadas;
llantos, ¡besos!, granos, polen de la luna;
dulces lotos de las almas estancadas;
¡ave rosas, estrellas solemnes!
Amigas de poetas
y de mi corazón,
¡ave rosas, estrellas
de luminosa Sión!
Panidas, sí, Panidas;
el trágico Rubén
así llamó en sus versos
al lánguido Verlaine,
que era rosa sangrienta
y amarilla a la vez.
Dejad que así os llame,
Panidas, sí, Panidas,
esencias de un Edén,
de labios danzarines,
de senos de mujer.
Vosotras junto al mármol
la sangre sois de él,
pero si fueseis olores
del vergel
en que los faunos moran,
tenéis en vuestro ser
una esencia divina:
María de Nazaret,
que esconde en vuestros pechos
blancura de su miel;
flor única y divina,
flor de Dios y Luzbel.
Flor eterna. Conjuro al suspiro.
Flor grandiosa, divina, enervante,
flor de fauno y de virgen cristiana,
flor de Venus furiosa y tonante,
flor mariana celeste y sedante,
flor que es vida y azul fontana
del amor juvenil y arrogante
que en su cáliz sus ansias aclara.
¡Qué sería la vida sin rosas!
Una senda sin ritmo ni sangre,
un abismo sin noche ni día.
Ellas prestan al alma sus alas,
que sin ellas el alma moría,
sin estrellas, sin fe, sin las claras
ilusiones que el alma quería.
Ellas son refugio de muchos corazones
ellas son estrellas que sienten el amor,
ellas son silencios que lentos escaparon
del eterno poeta nocturno y soñador,
y con aire y con cielo y con luz se formaron,
por eso todas ellas al nacer imitaron
el color y la forma de nuestro corazón.
Ellas son las mujeres entre todas las flores,
tibios sancta sanctorum de la eterna poesía,
neáporis grandiosas de todo pensamiento,
copones de perfume que azul se bebe el viento,
cromáticos enjambres, perlas del sentimiento,
adornos de las liras, poetas sin acento.
Amantes olorosas de dulces ruiseñores.
Madres de todo lo bello,
sois eternas, magníficas, tristes
como tardes calladas de octubre,
que al morir, melancólicas, vagas,
una noche de otoño las cubre,
porque al ser como sois la poesía
estáis llenas de otoño, de tardes,
de pesares, de melancolía,
de tristezas, de amores fatales,
de crepúsculo gris de agonía,
que sois tristes, al ser la poesía
que es un agua de vuestros rosales.
Santas rosas divinas y varias,
esperanzas, anhelos, pasión,
deposito en vosotras, amigas;
dadme un cáliz vacío, ya muerto,
que en su fondo, mustiado y desierto,
volcaré mi fatal corazón.
¡Ave rosas, estrellas solemnes!
Llenas rosas de gracia y amor,
todo el cielo y la tierra son vuestros
y benditos serán los maestros
que proclamen la voz de tu flor.
Y bendito será el bello fruto
de tu bello evangelio solemne,
y bendito tu aroma perenne,
y bendito tu pálido albor.
Solitarias, divinas y graves,
sollozad, pues sois flores de amor,
sollozad por los niños que os cortan,
sollozad por ser alma y ser flor,
sollozad por los malos poetas
que no os pueden cantar con dolor,
sollozad por la luna que os ama,
sollozad por tanto corazón
como en sombra os escucha callado,
y también sollozad por mi amor.
¡Ay!, incensarios carnales del alma,
chopinescas romanzas de olor,
sollozad por mis besos ocultos
que mi boca a vosotras os dio.
Sollozad por la niebla de tumba
donde sangra mi gran corazón,
y en mi hora de estrella apagada,
que mis ojos se cierren al sol,
sed mi blanco y severo sudario,
chopinescas romanzas de olor.
Ocultadme en un valle tranquilo,
y esperando mi resurrección,
id sorbiendo con vuestras raíces
la amargura de mi corazón.
Rosas, rosas divinas y bellas,
sollozad, pues sois flores de amor.